La evolución
La evolución es buena cosa, al menos para los que se someten a sus rudas reglas de mejora continua. Ella es la culpable de que por ejemplo ahora este preocupado por pasarle la revisión de la ITV al coche y no de conseguir higos silvestres o lagartos para sobrevivir un día más. La evolución (tecnológica en este caso) es la que ha echo posible un cómodo mundo artificial que adolece del absurdo de lo no natural. Para ver eso hace falta bajar a las profundidades de nuestra mente, al lugar donde anida nuestro mono loco. Mirar con esos ojos antiguos produce una sensación de extrañeza y vértigo, pero te ayuda a ubicarte y coger algo de perspectiva.
La lección cruel de la evolución, que a estas alturas a pesar de los del "diseño inteligente" es incuestionable, también es aplicable al mundo de la empresa. El dicho "el que se mueve no sale en la foto" está completamente obsoleto y carece de toda validez. Estamos en otra época más dinámica y peligrosa. Ahora lo apropiado son las metáforas multimedia: la cámara sigue al que se mueve. El resto simplemente se consumen olvidados en su rincón.
El moverse es primordial si se quiere sobrevivir. Hay que mejorar continuamente, hay que evolucionar. Pararse es fosilizarse y, a la larga, autodestruirse. Es inquietante y genera mucha tensión, pero no hay opciones.
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